Sokotei, Mayo de 2019. La gran sequía sigue asolando Kenia y otros países del Este de África.

Llegamos a Baringo muy pronto por la mañana y cogemos la pequeña barca que nos espera para cruzar al otro lado del lago, 1 hora de viaje. En el viaje nos encontramos a un pescador que en su diminuta barca recoge con un hilo pequeños peces que luego venderá por 50 shillings, un precio bastante alto debido a la escasez de comida.

El motor nos desplaza por el agua tranquila del lago, y el viento nos refresca el sol que ya empieza a apretar. Al llegar a la otra orilla del lago, unos jóvenes Ilchamus (subtribu de los maasai) pescadores nos acompañan hasta la escuela de Sokotei. Como siempre en África, nos han dicho que está muy cerca, aunque nos esperan 45 minutos a pie bajo el sol abrasador. Pero no osamos quejarnos: en nuestro camino, nos adelantan unas jóvenes Ilchamus con un botellón de agua cargado a la espalda y amarrado a su frente para llevar el peso.

 

Vamos por un camino marcado por los cactus y las pequeñas acacias. A los lados vamos dejando las casas, que son pequeñas chozas de barro con techo de paja, y un espacio separado para los animales demarcado con ramas espinosas de las acacias. Todo es seco y polvoso, y los cactus parecen no contener ni una gota de agua dentro suyo. Finalmente, llegamos a la escuela de Primaria de Sokotei: allí nos reciben con alegría, siempre curiosos de los blancos que no son muy comunes en esos lares.

 

Esta vez hemos llegado para entregarles las compresas reutilizables a las niñas de Octavo de primaria. Nuestra compañera Lucy se encierra con ellas en el aula y les explica todos los pormenores, y decimos gentilmente a los profesores si nos pueden dejar con las niñas, ya que de esta forma ellas expresarán más libremente sus dudas y sus miedos, y podremos explicarles en detalle cómo utilizar las compresas reutilizables.

Han sido dos días intensos: el primer día en la Escuela de Secundaria de Kailel, donde llegamos con el coche. Allí el profesor nos dijo: ¨Habéis llegado justo a tiempo¨. Se refería a que de vez en cuando en esa escuela, más cercana a la capital regional, los padres hacen el esfuerzo de comprar a las chicas compresas de usar y tirar, pero con la sequía y la hambruna hace un par de meses que el dinero sólo lo destinan a comprar comida. No sabemos si habremos llegado a tiempo, pero seguro que algo ayudará.

Al día siguiente, después del viaje hasta Sokotei y la charla educativa, en una reunión con la subdirectora nos explica la triste realidad de la escuela de Secundaria: muchas chicas han abandonado este año la escuela debido a embarazos precoces o a matrimonios tempranos. En los 4 últimos cursos la cantidad de chicas se ha reducido a tan sólo 30 estudiantes. Desde ese día, hemos empezado a planear un programa con un par de escuelas para la educación sexual y empoderamiento de las niñas. Conocimiento es poder.